sábado, 27 de septiembre de 2008

LOS EFECTOS POLÍTICOS QUE TUVO EL ASESINATO DE RUCCI EN LA REALIDAD ARGENTINA DE 1973, LLEGAN HASTA EL PRESENTE

Por Víctor Eduardo Lapegna

El coro de viudas y viudos de la Unión Soviética que integran la “orquesta rosa”[1] en la que destacan Horacio Verbitsky y Miguel Bonasso, usando su fuerte influencia en los medios forjadores de opinión pública, elaboraron una “leyenda negra” acerca de lo que sucedió en la Argentina durante la Guerra Fría en general y en especial en los años de plomo de la década de 1970 que tendió a instalarse como historia oficial y a partir del 2003 pasó a ser política de Estado de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.

Uno de los componentes de esa versión sesgada y falaz de nuestra historia reciente, fue evitar en cuanto fuera posible que se indagaran y debatieran las circunstancias que rodearon al atentado político del 25 de setiembre de 1973 en el que fue asesinado el secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), José Ignacio Rucci, una omisión que abarcó a los estrados judiciales ya que, por lo que sabemos, nada significativo se hizo en ese ámbito para investigar el magnicidio e identificar y sancionar a sus responsables directos e indirectos.

Lo que los componentes de esa “orquesta rosa” no pudieron evitar, fue que en todos estos años, cuando se acercaba el aniversario del crimen, las paredes aparecieran cubiertas por un afiche de fondo negro con la foto del dirigente sindical en el que se leía “25 de setiembre de 1973 – José Ignacio Rucci – Asesinado por Argentino y Peronista”, una campaña llevada a cabo con esfuerzo propio y obstinado rigor por Osvaldo Agosto, quien fuera uno de los más cercanos colaboradores del secretario general de la CGT y sigue siendo su leal compañero y amigo, actitud en la que lo acompañamos un puñado de peronistas que reivindicamos la memoria viva de aquel pequeño gigante.

Cuando por efecto de esa campaña o por cualesquiera otra circunstancia el caso Rucci surgía en el debate público, la “orquesta rosa” desplegaba una meticulosa y eficiente operación de velo y encubrimiento destinada a sembrar confusiones, equívocos y falsías acerca de los autores materiales e instigadores del atentado, atribuyendo la responsabilidad a López Rega, la CIA o los extraterrestres, queriendo así ocultar a los que en realidad lo habían cometido e impulsado.

Esa operación de acción psicológica destinada a distraer e intoxicar a la opinión pública argentina acerca del asesinato de Rucci, comienza a ser desmontada por la meticulosa investigación periodística de Ceferino Reato volcada en su libro “Operación Traviata” de reciente publicación, que indaga y describe los hechos y protagonistas vinculados al atentado, apegándose a la verdad y ejerciendo una libertad de criterio que lo habilita a no someterse al falaz paradigma acerca de los ´70 que impuso la “orquesta rosa”.

El libro de Reato termina de probar lo que algunos ya sabíamos pero muchos se negaban a aceptar, esto es, que el asesinato de Rucci fue decidido por la conducción nacional de Montoneros a poco de la fusión con las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y que las operaciones que condujeron a la comisión del atentado y el crimen mismo fueron realizadas por sicarios provenientes de las FAR.

Discrepamos con algunos lectores de “Operación Traviata” que, al comentar el texto de Reato y el tema que en él se aborda, concluyen que el asesinato de Rucci fue un “error político” de Montoneros, causado por la inmadurez juvenil, la desviación militarista o la soberbia armada de su conducción, que así inició una escalada de enfrentamientos con Perón que condujo a que este los echara de la Plaza de Mayo (u obligara a que ellos decidieran irse, que a los efectos es igual).

Para nosotros es evidente que el asesinato de Rucci fue una acción premeditada que tendió a debilitar al peronismo y a Perón, frustrando sus esfuerzos por mantener a la Argentina en una posición neutral en la Guerra Fría e imponer, vía La Habana, un fortalecimiento de la alianza de Buenos Aires con Moscú y en la indagación de Reato encontramos elementos de juicio que confirman en esa hipótesis, como lo explicaremos más adelante.

Por lo demás, es alentador que, tal vez al impulso de la repercusión que tuvo el libro de Reato, se hayan empezado a alzarse diversas voces – en especial desde el movimiento obrero y el peronismo ortodoxo - que promueven que se declare al asesinato de Rucci como un crimen de lesa humanidad, lo que evitaría que prescribiera y habilitaría su investigación en los organismos pertinentes del Poder Judicial.

Carecemos de la formación e información en derecho para opinar con fundamentos acerca de la validez jurídica que pueda o no tener ese reclamo, pero sí nos sentimos habilitados para exponer algunas de consideraciones políticas que nos llevan a concluir que los efectos producidos por el asesinato de Rucci en 1973 no prescribieron y se extienden hasta hoy.

La Guerra Fría y el asesinato de Rucci
El desarrollo de la Guerra Fría en 1973 presentaba una correlación internacional de fuerzas que aparecía como favorable a la Unión Soviética, según lo indican algunos hechos de esa época.
El gobierno de los Estados Unidos, que presidía Richard Nixon, según la tesis de la distensión con la URSS - complemento occidental de la “coexistencia pacífica” entre el Este y el Oeste preconizada por la cúpula soviética – en gran parte elaborada y aplicada por el secretario de Estado, Henry Kissinger, ese año firmaba en París un acuerdo de paz con sus enemigos vietnamitas, que dos años después terminarían con la retirada total y definitiva de Estados Unidos de Vietnam y la plena victoria de los seguidores de Ho Chi Minh y Vo Nguyen Giap. Un año después, en 1974, el presidente Nixon fue obligado a renunciar acosado por las revelaciones del escándalo Watergate
En 1973 se desencadenó la primera crisis petrolera que, embargo y presión de la OPEP mediante, multiplicó por diez el precio del barril de crudo que, desde principios del siglo XX y hasta entonces, había oscilado entre los 2 y los 5 dólares.
En la cultura social de la época aún estaban presentes los ecos de las movilizaciones juveniles que habían arrancado en el llamado “mayo francés” de 1968, se habían extendido en Europa, abarcado a Estados Unidos con multitudinarias marchas de protesta contra la guerra en Vietnam (“sexo,droga y rock and roll” era la consigna de la época) y radicalizació n de las acciones contra el racismo (Panteras Negras, Malcom X, etc) y habían abarcado América Latina, incluyendo la Argentina (sobre todo a partir de 1969, con los “rosariazos”, “cordobazas”, etc.), que habían instalado en la opinión pública de la época fuertes tendencias antinorteamericanas y prosocialistas.
Se consolidaba el Movimiento de Países No Alineados que en 1972 realizó un vasta conferencia en Argelia, la República Popular China había ingresado en 1971 como miembro pleno de la Organización de las Naciones Unidas provocando así la exclusión de Taiwan de este organismo.
En Medio Oriente estalló la Guerra del Yon Kipur encabezada por Egipto al frente de sus aliados árabes, en la que Israel sufrió pérdidas territoriales en Sinaí aunque mediante una eficaz contraofensiva pudo forzar un rápido armisticio 15 días mas tarde y un años antes, en Munich, mientras se realizaban los Juegos Olímpicos, un grupo extremista palestino denominado Setiembre Negro secuestró y asesinó a 11 atletas israelíes provocando consternación mundial.
A inicios de 1973, en América Latina, en varios países había gobiernos de izquierda, antinorteamericanos y aliados en grados diversos a la URSS, incluyendo al Chile de Salvador Allende, Bolivia del general Juan José Torres, Perú con el general Velasco Alvarado, aunque a lo largo de ese año se registrarían golpes de Estado prohijados por Washington que derrocarían a Allende y a Torres, establecerían en Uruguay la dictadura encubierta que presidía José María Bordaberry y debilitaría al velasquismo en Perú.
En la Unión Soviética el control del poder lo ejercía Leonid Brezhnev desde 1964 e iba a mantenerlo hasta su muerte, a fines de 1982, cuando fue sucedido por Yuri Andropov, antiguo jefe de la policía secreta soviética (KGB).
En Europa Francia mantenía estrechas relaciones con la URSS a partir de la continuidad de la política de relativa neutralidad en la Guerra Fría que había establecido Charles De gaulle y mantenido su sucesor, Georges Pompidou.

La Estrategia de Perón en 1973
Era en ese escenario internacional que, el 25 de setiembre de 1973, el teniente general Juan Domingo Perón se aprestaba a iniciar su tercer mandato constitucional como Presidente de la Argentina, respaldado por el voto en su favor del 61 por ciento de la ciudadanía.,
En el ejercicio del gobierno el anciano líder se proponía defender y promover los intereses permanentes de la nación y del pueblo argentinos (“la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria”), objetivo que mantuvo en toda su vida pública, siguiendo una estrategia que tenía algunos hitos fundamentales, entre los cuales cabe mencionar los siguientes:
Avanzar hacia la reconstrucció n nacional a partir de reconstruir al hombre argentino e incluyendo la reconstrucció n del Estado y de la comunidad organizada; a los cuales Perón encontró destruidos en su regreso a la Patria.
Buscar la unión y la pacificación nacional (“esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie”, “para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino”), entendidas como una de las condiciones necesarias de aquella reconstrucció n.
Aplicar el Pacto Económico y Social en el que el estado, los empresarios y los trabajadores, a través de sus legítimos y autorizados representantes, coincidían en un programa común que daba las condiciones básicas para tender hacia la reconstrucció n nacional.
Ubicar y mantener a la Argentina en una posición de no beligerancia y establecer un complejo y delicado equilibrio en la Guerra Fría, el conflicto global que enfrentaba a dos voluntades encabezadas por Estados Unidos y la Unión Soviética y teñía la realidad de la Argentina y de todos los países del orbe, en muchos de los cuales se libraban batallas calientes de esa guerra mundial fría. Para ello, Perón se proponía ir dando pasos hacia la unión de América Latina, como lo había hecho en sus anteriores mandatos presidenciales como por ejemplo, con el proyecto de integración del ABC (Argentina, Brasil y Chile).

Rucci, desde la secretaría general de la CGT, era una pieza clave en la aplicación de esa estrategia de Perón y puede decirse que su papel en los primeros ´70 es equivalente al que jugó Evita en los primeros ´50 y así como la muerte de la “Abanderada de los Humildes” afectó severamente a Perón y su ausencia creó condiciones más propicias para el golpe del 16 de setiembre de 1955, la muerte de Rucci hirió en el corazón a Perón y a su estrategia.

El magnicidio que cometieron quienes eran instrumentos objetivos de el sistema de poder soviético-cubano (no importa demasiado si eran o no conscientes de esa condición instrumental) privó a Perón de quien era su principal cuadro de conducción por su lealtad incondicional a la orientación que marcaba el General y por su condición de representante reconocido de los 6 millones de trabajadores nucleados en la CGT, que eran el centro del dispositivo que conducía Perón y cuya reorganizació n se proponía llevar a cabo con la asistencia clave de Rucci, partiendo de ahí para impulsar el tránsito de la etapa gregaria a la etapa orgánica en el Movimiento Peronista y asegurar que su único heredero fuera, efectivamente, el pueblo organizado.

El asesinato de Rucci, además de acelerar la muerte de Perón y debilitar su dispositivo de conducción, impulsó una espiral de violencia ascendente en los enfrentamientos internos que sacudían la vida argentina, creó condiciones favorables al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 que derrocó al gobierno legal y legítimo que presidía María Estela Martinez de Perón y sufrimos el fracaso de los cuatro hitos en los que se apoyaba la estrategia de Perón ya que, a partir de entonces.

Se agravó la destrucción de la Argentina y de los argentinos.
La división y el enfrentamiento entre compatriotas alcanzó graves y brutales expresiones de violencia.
Las disputas sectoriales y la ausencia de planes estratégicos de desarrollo compartidos por los diversos actores de la comunidad nacional condujeron a nuestro paulatino pero constante empobrecimiento y atraso.
La Argentina fue involucrada en los últimos coletazos de la Guerra Fría, situándose alternativamente en uno y otro de los polos del conflicto, viéndose obligada a pagar todos los costos de esa actitud y sin sacar de ello ningún beneficio colectivo.

En el 2008 hacen casi diez años que terminó la Guerra Fría con la derrota de la Unión Soviética que ya no existe, la realidad mundial es muy distinto a la que existía en 1973 y lo propio sucede en América Latina y en la Argentina.


Pero hoy siguen teniendo vigencia y están pendientes de realización muchas de las tareas que el presidente Perón se proponía llevar a cabo con la asistencia de su principal cuadro auxiliar de conducción, que era José Ignacio Rucci, para avanzar en la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria.

Puede contribuir para avanzar en esa perspectiva asumir la verdad de lo acaecido en la década de 1970, comenzando con el esclarecimiento del asesinato de Rucci, para terminar con la falsificación de ese pasado reciente que contiene la política de Estado del último quinquenio, que evadió con meticuloso cuidado hacer cualquier referencia a ese magnicidio, una grosera omisión que da cuenta del rencor falaz con el que se sustrae la verdad a los argentinos.

[1] Los llamamos “orquesta rosa” para diferenciarlos de la denominada “orquesta roja”, una organización de espionaje, inteligencia y acción psicológica al servicio de la Internacional Comunista que creó y dirigió Leopold Treper y operó con extraordinaria eficacia contra Alemania, Japón e Italia en los prolegómenos y durante el desarrollo de la II Guerra Mundial; cuyos miembros mostraron un heroísmo del que carecen los viudos y viudas de la URSS locales, dedicados a la acción psicológica y la operaciones de influencia.
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